La nueva transformación ideológica de IU


  

En la reunión de la Coordinadora Federal de IU (celebrada el 12 de noviembre último) la dirección de Alberto Garzón presentó un documento llamado “Guía de Comunidad” que constituye uno de los cambios ideológicos más importante que puede sufrir la práctica política de una organización que aspira a construir una sociedad socialista, tal como se define IU. Este artículo constituye una valoración crítica de esa propuesta y el apunte de una alternativa.

José Antonio García Rubio, 
miembro de la Coordinadora Federal de IU

La propuesta presentada por la Dirección de IU sustituye el pensamiento científico del materialismo histórico y también la dialéctica, en su condición de fundamentos teóricos y metodológicos de la acción transformadora, por los presupuestos filosóficos y sociológicos del positivismo estadounidense que se desarrolla en sociología a partir del primer tercio del siglo XIX con el surgimiento de las teorías sobre dinámica de grupos. Estas teorías y sus técnicas nacen como consecuencia de la crisis capitalista de 1929 y se orientan hacia la satisfacción de necesidades de reconocimiento y satisfacción personal dentro de un grupo (en parte, como formas de evitar las consecuencias psicológicas de la crisis) como clara alternativa al trabajo por el cambio y la transformación social. No se preocupan del objetivo del grupo sino de que las personas se sientan, utilizando una expresión “moderna”, en su zona de confort. Además, muchas de estas técnicas se han utilizado como terapia en las sociedades capitalistas. Sus teóricos las definen como actividades en las que las personas se implican para mejorar sus relaciones.

A pesar de que sus defensores en IU se esfuerzan por hacerlas aparecer como instrumentos ”actuales”, frente a las herramientas clásicas utilizadas por las organizaciones obreras, su “actualidad”, como hemos visto, se remonta a casi 100 años, concretamente a la década de los años 30 del siglo pasado. Por tanto, sólo son más jóvenes en unos pocos años que la constitución de los Partidos Comunistas, las organizaciones que hicieron suya la metodología marxista. Y es relevante que ese importante cambio ideológico se proponga ahora desde el interior de cierta parte del pensamiento que se dice de izquierdas.

Porque se trata de utilizar un nuevo método para conocer la realidad y tomar colectivamente las decisiones que permitan transformarla.

El movimiento obrero asumió desde su inicio el pensamiento científico como instrumento de análisis y transformación de la realidad social y, en el marco de ese pensamiento, el materialismo. Hay que subrayar de entrada que no se trató de cualquier materialismo sino del materialismo histórico y el materialismo dialéctico que son el fundamento del marxismo, siempre entendido como guía para la acción y no como un dogma. Marxismo que tiene sus propias sociología y teoría del conocimiento.

Ante esto, los defensores de esta propuesta siguen defendiendo que “no hay Política sin organización”, lo que continúa siendo cierto. Pero el problema esencial es si el tipo de organización que propone ese documento es el que corresponde a una fuerza política en sus relaciones con la formación social, en este caso la española, y con la clase trabajadora y los movimientos sociales transformadores y emancipatorios existentes.

Es cierto que cualquier persona o colectivo puede negar el carácter científico del marxismo y su metodología, pero entonces lo intelectualmente honesto es iniciar la propuesta con esa negación y confirmar demostradamente sus errores e insuficiencias. No hacerlo implica querer pasar de matute un cambio cualitativo de trascendental importancia sin que sea percibido como tal por sus destinatarios.

Una supuesta nueva realidad social
La nueva propuesta sustituye como destinatarios de la acción política realidades, que se explican por conceptos como los de “formación social” o “clase”, por el de “comunidad”. Ni siquiera se mantienen los términos propios del populismo, “pueblo” o “los de abajo”. Se sitúa así, sin mayor explicación, un nuevo concepto inédito para ese uso.

El pueblo español tiene un camino
que conduce a una estrella
Escultura de Alberto Sánchez
Sin explicación, porque se define al mismo tiempo “comunidad” de manera concreta y ambigua. Concreta, como “conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes”. En esta definición, “características o intereses” son significados intercambiables; de forma que nos encontramos ante la sustitución de la clase por la identidad. El papel dice: “Esto también pasa por entender que la diversidad (por edad, género, etnia, raza, discapacidad, religión, etc.) impregna nuestra sociedad y por tanto debe impregnar también la realidad de nuestra organización, ampliando así el espacio de trabajo y el foco de miras (?) de nuestras acciones”.

Y se define de forma ambigua, cuando se afirma “sin embargo, para nosotras debe suponer mucho más.” Ese mucho más no se concreta de ninguna forma, pero los autores de la idea juegan con una transformación sintáctica para introducir verbos de acción, que a falta de definir o concretar el “mucho más” del concepto de comunidad apuntan a lo que “debería ser” como resultado de nuestra acción.

La redacción de los cambios propuestos nos permite deducir, deducción que queda confirmada por muchas partes del texto, que nos encontramos en el corazón de una elucubración idealista desde el punto de vista filosófico. Según el documento propuesto la “comunidad” se construye por los activistas. Es decir, la idea hace la realidad. Sin embargo, desde el punto de vista marxista, “formación social” y “clase” existen previamente en la realidad; es la dinámica de las relaciones sociales, su conocimiento y análisis concreto lo que permite su transformación. Así, la “clase en sí” se transforma en “clase para sí”. Pero ningún activista crea la clase, como tampoco crea el conflicto, ni crea el espacio. En este sentido, en las 4 primeras páginas del documento “Guía” hay más de 10 veces expresiones del “crear comunidad”, “construir espacios”, “construir tejido social” y semejantes. Una perspectiva de realidades, conflictos o experiencias que se crean desde fuera es idealista y por tanto irreal, nadie organiza y desarrolla una huelga en una empresa en sociedades democráticas desde fuera de la empresa.

Parco trabajo hacen algunos defensores y defensoras del cambio propuesto cuando reducen un grupo cuyo objetivo es la acción política a una “convivencia” de tipo parroquial o a una cuadrilla (en su acepción como un tipo de relación de amistad). Claro que es mejor que en los grupos haya “buen rollo”, pero eso es algo que está fuera de la política.

La propuesta fue rechazada por los miembros de la Coordinadora Federal de IU que se reconocen en el colectivo “La Izquierda Necesaria”, que votamos en contra, pero fue aprobada por ese órgano.


Tras la teoría, la practica
Más arriba hemos pretendido analizar la parte más ideológica de la propuesta de la Dirección de IU referida a la invención de un nuevo destinatario social de la acción política (la “comunidad”), que es la que tiene mayor calado ideológico y está recogida sus 4 primeras páginas. Está acompañada de otras 21 páginas sobre diferentes técnicas de dinámica de grupo, que concretan la metodología de la acción.

Algunos de los aspectos y recomendaciones existentes en las técnicas de dinámica de grupos son de sentido común y, de hecho, se practican en mayor o menor medida en nuestras reuniones (por ejemplo, la existencia de un orden del día). Pero hay que tener en cuenta que cualquier experto en dinámica de grupos sabe que el fondo de la aplicación de esas técnicas sólo tiene interés y cierta eficacia en determinados tipos de grupos. Su objetivo principal es estimular la participación, la implicación y mejorar las relaciones entre las personas del grupo. De ahí que se utilicen fundamentalmente en procesos para llegar a acuerdos internos desde posiciones no contradictorias y en ámbitos escolares, boy scouts, actividades religiosas, etc.

Por el contrario, el tipo de actividad de grupo propia de una formación política es el de una intervención pública de carácter político o social externa al grupo y confrontada con la realidad exterior para su transformación, en la que lo fundamental es el acierto en la decisión tomada (aunque una mejor participación también sea deseable).

Por ello, no hay ninguna experiencia significativa en grupo político, sindical o movimiento social con esas técnicas como método de obtención de acuerdos para la acción. Ni siquiera el DAFO, una de las propuestas apuntadas, que es principalmente una técnica de análisis (más que de dinámica de grupo) de la situación de una empresa frente a su competencia, bien para la introducción de un nuevo producto en el mercado, bien para conocer la percepción que de ella tienen los clientes, u otras circunstancias de mercado.

Tanto es así, que los propios redactores del documento que se nos presenta proponen en sus cinco últimas páginas un Catálogo de Actividades con un conjunto de ejemplos (biblioteca humana, club de lectura, ruta de senderismo, cine fórum, despensa solidaria, vermut literario, exposición, comida, aula de apoyo y torneo deportivo) claramente alejados de las actividades que constituyen el objetivo básico de IU y de cualquier organización política, sindicato de clase o movimiento social organizado.

Frente a democracia, ratificación
Por otro lado, si se examinan con detalle los procedimientos propuestos en relación con cada una de las técnicas de dinámica de grupo expuestas, hay un grave problema democrático: requieren un objetivo predeterminado de antemano a la constitución del grupo, y un dinamizador y liderazgo predefinidos. Esto plantea severos problemas de democracia interna en lo formal. Pero, sobre todo, plantea una metodología que no ha probado su valor científico. Frente a la dialéctica tesis, antítesis y síntesis superadora, el proceso real en estas dinámicas de grupo es el de tesis, antítesis y “retesis” (que reconduce al planteamiento inicial propuesto por el organizador/dinamizador del grupo, con algún desarrollo en el mejor de los casos).

Finamente, para ejemplificar con la mayor claridad todo lo que hemos querido trasmitir: la realización de una asamblea en una empresa para discutir la convocatoria de una huelga no requeriría de ninguna de las técnicas de dinámica de grupo propuestas y sería un fracaso si así se hiciera.

Hay alternativa

Es cierta y preocupante la escasa participación de afiliación y simpatizantes en la actividad de las Asambleas de Izquierda Unida. Incluso la participación en las consultas que se han realizado en los últimos años es manifiestamente mejorable.

Superar esa situación debe ser una preocupación urgente de toda la militancia de IU, pero sobre todo de su Dirección.

Antes me he referido a que no hay Política sin organización. Pero creo también que no hay Política sin ideología, sin programa y sin información explicativa de la realidad (presentada de tal forma que facilite la adopción de acuerdos que avancen su transformación y no como corta y pega de titulares de prensa).

Por tanto, es imprescindible organizar un amplio debate de abajo hacia arriba, primero, y después, con la síntesis real de sus resultados, un debate de arriba hacia abajo que aplique medidas concretas para estudiar las causas de la desafección participativa en nuestras organizaciones.

La gran cuestión es que nuestras reuniones no deben ser una actividad de ocio sino una actividad que debe resultar útil para la práctica política de cada uno de los afiliados, afiliadas y simpatizantes que participa en ellas. Es decir, debe ayudar a su trabajo en el sindicato, en la asociación de vecinos, en la asociación feminista o en el movimiento social en el que participe; incluso en sus debates con compañeros, amigos, vecinos y familiares, y también en su actividad profesional o intelectual. Nadie pierde 3 o 4 horas de su tiempo en una reunión si no obtiene un resultado útil en la misma.

Y para ese resultado útil hay requisitos que son bien conocidos y que se han abandonado. Basar los informes en una información explicativa y valorada de la realidad, que debe apoyarse en procedimientos de transmisión con calidad y no de mero resumen de información de medios de prensa que ya incluyen el sesgo y la valoración propias de sus líneas editoriales.

Resultado útil que exige también que la síntesis de acuerdos de la reunión incluya la superación de las diferencias y contradicciones habidas. Una síntesis superadora que no rechaza sistemáticamente, como en un Parlamento, las posiciones divergentes o minoritarias, sino que las integra.

Resultado útil que exige que los temas de debate sean también los relativos a acciones y perspectivas de futuro, de forma que la política se haga entre todos y no se reduzca a la ratificación de lo hecho.