José
Antonio García Rubio
La actualidad política es densa. Comienzan a debatirse los Presupuestos Generales del Estado para 2021, se anuncia la fusión entre CaixaBank y Bankia y la gestión de la pandemia en Madrid se construye en formato desastre. Tres cuestiones estrechamente vinculadas desde una visión de clase.
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Un modelo de turismo insostenible. Terrazas en la Plaza Mayor de Madrid. Foto, CI
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La elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para 2021 es el hecho político más importante para el futuro del Gobierno de coalición entre UP y PSOE. El debate se está realizando con un tipo de relato como si se tratara de decisiones caprichosas de patio de colegio: “me junto”, “no me junto”. Pero lo que está en juego son los intereses de clase ante una perspectiva de modelo de salida de las consecuencias de la crisis de la pandemia. Un modelo en el que el capitalismo español en general pugna por situarse de la forma más ventajosa posible tanto en el escenario nacional como en el marco del reparto internacional del trabajo. Por eso ha hecho una maniobra de calado: el anuncio de la fusión de Bankia y CaixaBank. Por su parte, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y su equipo insisten, sin importarles el coste humano, en destrozar todo lo público y entregar todos los contratos derivados de la contención de la pandemia a la empresa privada más conocida. Para hacer una valoración política de estas tres cuestiones que permita el diagnóstico de la actual situación política del país, es preciso partir de os intereses de clase que están en juego.
Comienzo por lo más limitado que es la gestión de la lucha contra la pandemia en la Comunidad de Madrid. En el momento de escribir estas líneas la incidencia acumulada de contagios es superior a la que tiene Bolsonaro en Brasil. Díaz Ayuso y su equipo esconden las cifras, anuncian decisiones que no se materializan e incluso presentan contratos con empresas privadas que luego no existen (como el de rastreadores) o con enseñantes (por el momento jibarizado). Se trata de la creación de una realidad paralela (que quienes vivimos en Madrid empezamos a contemplar con inquietud cuando no angustia, especialmente con la vuelta a los colegios). Realidad paralela al estilo de Trump. Y es que los sectores del capitalismo que mejor representa Díaz Ayuso son los más reaccionarios del capitalismo español, muy acostumbrados a vivir de la contratación pública. Pero su problema es que esa gestión comienza a ser un lastre pesado colgado al cuello de la estrategia política de Casado.
La incidencia acumulada de contagios de COVID-19 en Madrid supera a la de Brasil con Bolsonaro
Por su lado, con la fusión anunciada de CaixaBank y Bankia sectores importantes del capital financiero mueven ficha ante la nueva realidad. Parece que estos planes se han desarrollado durante la pandemia pero, en todo caso, se han confirmado ante sus consecuencias. Con el procès, la Caixa trasladó su sede social a Valencia, lo que no gustó mucho al independentismo, que hoy ha debido añadir un lazo negro al amarillo. Los intereses de capital que están en la Fundación La Caixa y sus vinculaciones han hecho una apuesta clara: CaixaBank tiene más activos y el doble de sucursales y personal que Bankia (veremos si las condiciones concretas no obligan a definir la cosa más como absorción que como fusión), con una red esencialmente extendida por el territorio español (y algo en Portugal). El banco resultante tendrá un volumen total de activos semejante al del Banco Santander, más implantación territorial en España y mantendrá la sede en Valencia. La participación del Estado en el nuevo banco podrá ser de entre el 15 y el 20%, según cómo se realice la fusión. Y queda el gran problema de la reestructuración del personal.
Finalmente, el contexto a corto y medio plazo de estos hechos es el proyecto de Presupuestos. Aquí el relato ideológico infantil, debidamente administrado por los medios de comunicación, no debería ocultarnos el fondo de las cosas. Esos presupuestos son la base de los que tendrán que aprobarse en el resto de la legislatura y, por tanto, condicionarán la nueva realidad en el horizonte político previsible. Condicionamiento, además, fuerte porque gestionará los importantes recursos económicos procedentes de la UE.
No es extraño, por tanto, que la batalla vaya a ser feroz. La gran cuestión es que la pretensión de los sectores más dinámicos del capitalismo español de situarse en las mejores condiciones en la nueva realidad (no necesitan los consejos de Pablo Iglesias) no se corresponde ahora con la actitud política de Casado ante los Presupuestos. El PP no es funcional hoy para los intereses de esos sectores. Aunque es un error establecer una relación mecánica entre partido e intereses de clase, en la derecha suele haber un vector de fuerza que empuja para recuperar la funcionalidad. Veremos. Sin embargo, Ciudadanos si es funcional en esto, aunque su peso no sea suficiente. Esta es una realidad que deberían entender ERC y UP. Y en el esquema derecha-izquierda, la influencia que puedan tener PNV y otros (especialmente los sectores más “moderados” del PSOE) no es despreciable.
La participación del Estado en el
nuevo banco oscilará entre el 15 y el 20%. Con ese porcentaje en un banco se
decide toda la gestión
La aprobación de los presupuestos es una cuestión de correlación de fuerzas, de realidad y de alternativas. Puede que si no hay mayoría para aprobar unos nuevos presupuestos, la alternativa sea seguir gobernando con los del PP de Montoro, pero esta no es una realidad viable. La nueva realidad exige un nuevo modelo productivo radicalmente diferente al que hemos tenido, perverso para la democracia social, el empleo digno y el desarrollo sostenible. Que como ejemplo de actualidad, deje de tener un turismo de baja calidad que incide el 14,6% en el PIB mientras en Francia (primer país del mundo por turistas extranjeros) sólo representa el 8% el PIB. Un modelo que incorpore la digitalización y la sostenibilidad medioambiental (incluyendo un cambio radical en el paquete energético), mercados ambos que aún no están maduros y ofrecen importantes oportunidades de negocio, en el que debería haber sectores capitalistas interesados. Cómo la correlación de fuerzas aún no permite la nacionalización de todos los medios de producción, ¿sería posible un pacto ganador-ganador sobre esos sectores de futuro con los sindicatos de clase y los partidos de la izquierda?
Es el Gobierno, y no uno de sus partidos, quién debe dirigir el proceso de negociación de los Presupuestos. Junto a lo dicho en el párrafo anterior, lo público debe ser no sólo defendido, sino reforzado. Muchos países de la UE, con gobiernos menos progresistas que el español, han acelerado este proceso. Uno de los elementos clave es un polo de Banca Pública, única forma de financiar eficazmente las inversiones que el país necesitará en los próximos años. Banca pública existe en muchos países de la UE como en el caso de Holanda con ING o de los bancos de los länder alemanes. O la importante participación pública en bancos de otros países. Este ha de ser el caso del banco resultante de la fusión entre CaixaBank y Bankia donde el porcentaje público de capital garantizaría una gestión de interés general.
Lo mismo ocurre con el modelo de relaciones laborales. En Alemania, y no es el único sitio, se empieza a plantear, sin mucha oposición de la patronal, una reducción fuerte de la jornada laboral. La economía social, evidentemente corregida legalmente para que sea de verdad social, debe jugar un papel mucho más importante en el nuevo modelo. En el plano global, los 17 objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (DOS) deben ser aplicados
Todo ello exige un Proyecto de País que se concreta en un modelo que podemos llamar de Democracia Social. La correlación de fuerzas no permite asaltar los cielos, pero si es posible abrir su puerta con llave.
Naturalmente hay que saber cómo es la llave y dónde está la puerta. Modestamente, ayudaremos.