La República no llegará sólo con desearlo

 

 Jorge Saura

Comisión Política e Ideológica del Partido Feminista

La III República necesita más influencia idelógica del pensamiento democrático republicano y más presencia en la política, en las Instituciones y en los medios de comunicación de las fuerzas republicanas 
 

Gradas republicanas en el Parque de Las Cruces en Carabanchel (Madrid)


La Fiscalía del Tribunal Supremo comenzó hace varios meses a investigar a Juan Carlos de Borbón por el presunto cobro de comisiones ilegales derivadas de la construcción de la línea AVE del ferrocarril Medina-La Meca en Arabia Saudí. La investigación fue iniciada anteriormente por la Fiscalía Anticorrupción, pero al encontrarse con un aforado como principal investigado, trasladó el caso al Tribunal Supremo, que es el único competente para juzgar aforados. Informaciones aparecidas en diversos medios sobre la dimensión del fraude borbónico provocaron la reacción del Presidente del Gobierno admitiendo la existencia de un preocupante debate en la opinión pública sobre la Monarquía, seguida de la reacción de su Vicepresidente, asegurando que “es complicado desvincular los presuntos delitos cometidos por Juan Carlos I de su condición de rey”. Por si no fuera suficiente el propio Juan Carlos de Borbón abandonó España hacia un destino que se mantiene en secreto y que incluso el Presidente de Gobierno dice desconocer, publicando a continuación una carta dirigida a su hijo en la que justifica su marcha con la agitación causada por “acontecimientos pasados de mi vida privada”. Pasada una semana de la partida de Juan Carlos de Borbón hacia un destino aparentemente desconocido, él mismo ha autorizado a su hijo y Jefe de Estado a revelar que se encuentra en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, un país que ignora los Derechos Humanos más fundamentales. Esta sucesión de sorprendentes acontecimientos ha reactivado hasta dimensiones desconocidas desde el inicio de la mal llamada “transición democrática” el debate sobre la forma de Estado y algunas organizaciones republicanas vuelven a pedir, con redoblada fuerza, la llegada de la III República

    Pero para que llegue, o al menos para que se note su proximidad, no basta con desearlo. La Historia nos demuestra que el paso de la Monarquía a la República ha sido posible cuando se han dado al menos tres condiciones: una fuerte presión popular, la existencia de partidos políticos republicanos con presencia en las instituciones y el apoyo por acción o por omisión de las Fuerzas Armadas. Hay, además, una cuarta condición que es resultado del cumplimiento de las tres anteriores: el vacío de poder. Veamos cada una de ellas más detenidamente.

Es necesario un fuerte apoyo popular  para la III República

La presión popular existe, pero es aún débil. En España hay numerosas organizaciones republicanas, de las que la mayoría son asociaciones, a las que se añaden unos pocos partidos políticos con capacidad para presentarse a procesos electorales. La acción más visible de esas organizaciones son las manifestaciones que todos los años se celebran el 14 de abril y el 6 de diciembre en algunas de las ciudades más importantes; aparte de esas manifestaciones la actividad de las organizaciones republicanas se centra en debates, conferencias, publicaciones y en la celebración de referéndums locales sobre la forma de Estado, que no tienen ningún efecto legal. Las organizaciones republicanas no están presentes en los debates de los medios y cuando en alguno de ellos surge el tema de la corrupción en la familia real por necesidad imperiosa de la actualidad informativa, todos los debatientes hacen piña en defensa de la Monarquía. Las organizaciones republicanas nunca han hecho una manifestación planificada ni espontánea ante los palacios de La Moncloa o La Zarzuela, ni ante ningún Ministerio u otro organismo oficial que no sean los tradicionales recorridos por las calles el 14 de abril y el 6 de diciembre de cada año. En los periódicos de tirada nacional tampoco escriben periodistas que reivindiquen abiertamente la abolición de la Monarquía ni la proclamación de la III República, limitándose a reconocer los comportamientos poco edificantes de algunos miembros de la familia real. En resumen: la presión popular existe, pero no es lo bastante fuerte como para ejercer influencia sobre partidos políticos, instituciones ni medios.

En cuanto a la presencia de partidos políticos republicanos en las instituciones, salta a la vista que es muy pequeña, casi inexistente. En el Congreso solo Izquierda Unida se declara republicana a nivel nacional mientras que Esquerra Republicana reivindica una República limitada a Cataluña, lo mismo que EH Bildu en el País Vasco; todos los demás son abiertamente monárquicos o mantienen una posición ambigua, como Podemos o PNV. Esto deja al republicanismo en una débil posición y carente de la menor influencia política. Las diversas asociaciones republicanas existentes no pueden presentarse a elecciones generales, municipales ni autonómicas y por ello no pueden acceder al poder legislativo ni impulsar normativas de ningún tipo; pueden crear estado de opinión, pero no pueden crear ni influir en la legislación.

Cuando un Estado ha pasado de Monarquía a República siempre ha sido porque uno o varios partidos republicanos han impulsado ese cambio. Recordemos cómo se proclamó la II República Española: las elecciones municipales de 1931 fueron ganadas por partidos republicanos en la mayoría de ciudades importantes y, ante las evidentes dificultades que supondría reinar en un país administrado por ayuntamientos republicanos,  Alfonso XIII abdicó sin designar sucesor y marchó al exilio. Aquellos partidos republicanos ganadores de las elecciones municipales no habían aparecido de la noche a la mañana; el republicanismo ya existía desde mediados del siglo XIX, antes incluso del destronamiento de Isabel II y aunque al principio era débil y desorganizado, fue ganando fuerza gracias a los desmanes y la corrupción que siempre han caracterizado a los Borbones.  

El caso español no fue el primero ni sería el último. La proclamación de la I República Española en 1873 fue posible, entre otros motivos, porque existía mayoría republicana tanto en el Congreso como en el Senado; la votación de ambas cámaras, reunidas en una Asamblea Nacional, es lo bastante elocuente para mostrar la influencia del republicanismo en aquel momento: 258 votos a favor de la República y 32 en contra. En la Duma o parlamento ruso, que existió de 1906 a 1917, antes de la Revolución de Octubre, hubo ocho partidos republicanos y uno solo monárquico, además de algunos diputados nacionalistas y de extrema derecha no agrupados en ningún partido. En el Reichstag o parlamento alemán, en los años previos a la caída del káiser Guillermo II y la consiguiente proclamación de la República, el partido más numeroso era el republicano Partido Socialdemócrata Alemán, que en las elecciones de 1912, las últimas antes de la I Guerra Mundial, obtuvo 110 escaños y el 28% de los votos.

Medios de comunicación que defiendan la República son prácticamente inexistentes

En tercer lugar existe una circunstancia  que los republicanos españoles nunca mencionan, a pesar de que es de importancia fundamental: el apoyo del Ejército. En todos los Estados monárquicos la fuerza militar es el principal sostén de la Casa Real, ya que el monarca es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de hecho él mismo es militar. Mientras no se quiebre el apoyo militar al Rey, la continuación de la Monarquía está asegurada y, como la Historia nos demuestra, las repúblicas se han proclamado en el momento en el que el monarca ha perdido el apoyo del Ejército. Las dos repúblicas españolas son una muestra de la importancia que tuvo el ejército en su proclamación: fueron militares quienes destronaron a Isabel II, fueron militares quienes restauraron la Monarquía en la persona de Amadeo I de Saboya y fueron militares quienes participaron en el gobierno de la I República; en Francia la toma de La Bastilla fue posible porque los destacamentos militares concentrados días antes en París y Versalles, en lugar de defender la fortaleza-cárcel, permanecieron neutrales o se unieron a los asaltantes;  en Alemania el káiser Guillermo II se vio forzado a abdicar sin designar sucesor como consecuencia de una rebelión de los marineros de la Armada, que se negaron a entrar en combate contra la flota inglesa y que se extendió rápidamente por guarniciones militares de todo el país.  

El Ejército desempeñó un papel fundamental en la proclamación de la II República, pues con su inacción facilitó la caída de la Monarquía. Desde años atrás Alfonso XIII había dejado de tener el apoyo unánime de la cúpula militar. Los desastres en la guerra de Marruecos, los favoritismos en los ascensos y el imparable desprestigio de Alfonso XIII llevaron a buena parte de la oficialidad a preparar un golpe militar republicano que habría de producirse el 12 de febrero de 1930, pero un fallo de coordinación hizo que la pequeña guarnición de Jaca, al mando de los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, se alzase en armas y marchase sobre Zaragoza un día antes de lo previsto; al encontrarse faltos de apoyo los militares sublevados se entregaron y dos días más tarde los dos capitanes fueron juzgados en Consejo de Guerra y condenados a muerte. Alfonso XIII podría haberlos indultado, puesto que en el levantamiento no hubo derramamiento de sangre, pero no quiso hacerlo, pensando posiblemente en que aquella rebelión merecía un castigo ejemplar. Con ello consiguió aumentar su desprestigio y convertir en mártires a los capitanes. Dos meses después el monarca comprobó como la jefatura militar se ponía de perfil y no hacía nada para evitar la caída de la Monarquía.

Los partidos políticos republicanos sin ambigüedad han de tener mucha mayor presencia en el Congreso

Un gobierno que deje crecer en el seno del Ejército los ideales republicanos o simplemente contrarios a la Jefatura del Estado, sin hacer nada por evitar su difusión, tiene los días contados. De eso era consciente el último gobierno de Franco cuando hizo detener, juzgar y expulsar de las Fuerzas Armadas a los militares que formaron la Unión Militar Democrática, una organización clandestina que quería democratizar y modernizar el ejército español. La mal llamada transición no les rehabilitó ni les permitió reingresar en el servicio activo hasta 1987, demostrando con ello que un militar con ideas políticas es un peligro potencial para cualquier Gobierno.

Aún hay una cuarta condición fruto de la conjunción de las otras tres: solo es posible el paso de Monarquía a República en ausencia del monarca, es decir, cuando se ha producido un vacío de poder a causa de la abdicación sin designar sucesor, de un destronamiento o de una huida del Rey. Por eso las fantasías políticas que circulan por medios y redes sociales, consistentes en reformar la Constitución o hacer referéndums populares sin haber destronado antes al Jefe de Estado son un disparate. Primero hay que sacar de escena a la testa coronada y solo después, cuando se ha producido el vacío de poder, proclamar la República y abrir un proceso constituyente. Históricamente siempre ha sido así. ¿O es que alguien piensa que algún Rey estaría dispuesto a firmar un decreto de abolición de la Monarquía?

Es indudable el crecimiento del sentimiento republicano, pero para que la III República sea posible no basta con desear su llegada. El deseo puede convertirse en realidad si las  asociaciones republicanas se organizan políticamente en  partidos influyentes que se presenten a elecciones, que sean capaces de crear legislación republicana y ejecutar acciones políticas republicanas. La visibilidad que puede alcanzar un partido con presencia en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas no la puede alcanzar ninguna asociación, pues la difusión y los recursos económicos de una institución pública son muy superiores a los de cualquier asociación privada. Si los ideales republicanos se introducen en los sindicatos, el mundo empresarial, el Ejército y en todos los sectores sociales, la llegada de la República no será solamente un deseo.